Nora María Bonilla París
Agosto 21 de 2022
Buenos días Catequistas y amigos latinoamericanos de la Catequesis del Buen Pastor.
Hoy, los catequistas de toda la Iglesia universal, estamos de fiesta porque celebramos el día del catequista, “mensajero” del encuentro con Nuestro Señor. Y además, para los catequistas del Buen Pastor, es también la celebración de los 105 años del nacimiento de Sofía Cavalletti quien, junto con Gianna Gobbi, italianas, han sido las iniciadoras de la Catequesis del Buen Pastor en Roma, hoy esparcida por los 5 continentes.
Después de participar en esta preciosa Eucaristía y de haber escuchado las palabras de Monseñor Germán Medina, Vicario Episcopal de Evangelización de la Arquidiócesis de Bogotá, a nombre de nuestro Arzobispo de Bogotá Monseñor Luis José Rueda Aparicio y del Consejo Episcopal, nos disponemos a reflexionar juntos sobre el tema de la FIDELIDAD. Cuántas cosas podríamos pensar…, hablar…, compartir…, al decir, al pronunciar la palabra FIDELIDAD. Trataré de que sea la Palabra de Dios, que básicamente nos hable ahora, porque mis palabras quedan cortas frente a este gran tema.
Por definición, la fidelidad expresa el concepto de ser a toda prueba y en toda circunstancia, leal a alguien o a algo. Asimismo expresa una firme adhesión a las promesas que se hacen.
Nuestras reflexiones girarán en torno a contemplar la Palabra de Dios en varios aspectos:
– la fidelidad de Dios,
– la fidelidad de Cristo Jesús,
– la fidelidad de los humanos según lo indica Jesús y – la fidelidad en la Catequesis del Buen Pastor.
LA FIDELIDAD DE DIOS
La fidelidad ha sido considerada como el mayor atributo de Dios. Leemos en Éxodo: “Señor, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad,…” Éx 34,6
Él es un Padre bondadoso, misericordioso, rico en amor, que se ha mantenido desde siempre, cercano a su pueblo con el que ha hecho alianza para siempre. Inicia esta alianza con una persona que dará origen a Su pueblo. A esta persona, Abraham, le promete un hijo siendo, con Sara, una pareja de ancianos, y de este hijo le promete una descendencia como las estrellas del cielo: “Y sacándolo afuera le dijo <Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas>…así será tu descendencia…Y Abraham creyó en el Señor…” Gn 15,5 y a esta descendencia y a Abraham, les promete una tierra. Abraham responde a estas promesas, creyendo profundamente, y Dios fielmente le cumple… Dios le pide le ofrezca a su hijo Isaac, Abraham cree, le responde, le ofrece de todo corazón a su hijo, y actúa.
Dios le salva a su hijo. Y en este hijo, Dios lo hace N°6 “Padre de una muchedumbre de pueblos”… y además, le dice: N°7“Te haré fecundo sobremanera… …. Estableceré mi alianza entre nosotros dos y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: una alianza eterna… te daré a ti y a tu posteridad la tierra… y yo seré el Dios de los tuyos. …Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación”Gn 17,1-9 .
Dios le pide y también Abraham le responde haciendo un altar. Vemos como la respuesta de Abraham es la FE y la LITURGIA. Dios le da gratuitamente el don de la fe, y la fortaleza para responderle, a pesar de todo.
Nuestro Padre Dios, fiel y bondadoso, hace con nosotros esa alianza como don gratuito. Así podemos escucharlo en distintos libros de la Biblia. Escuchemos algunos ejemplos:
“Amor y verdad son las sendas del Señor” Sal 25,10 y “Tu verdad dura por todas las edades” Sal 119,90.
“Sabe, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel que guarda su alianza y el amor firme por mil generaciones con los que le aman y guardan sus mandamientos” (Dt 7,9)
“Tu amor firme, Señor, llega al cielo, tu fidelidad alcanza las nubes”. Sal 36,6
“El amor del Señor no ha acabado, no se ha acabado su ternura; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad”. Lm 3,22-23
“¿Y si algunos fueran infieles? ¿Acaso su infidelidad anula la fidelidad de Dios? De ningún modo…” Rm 3,3-4
“El Señor es fiel; Él los afianzará y los guardará del maligno”. 2 Ts 3,3
¿Cuál quiere Dios que sea nuestra respuesta?
Es a nuestro Dios que le respondemos. San Pablo nos da la respuesta a esta pregunta y nos dice:
“Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa”. Hb 10:23
Nuestro Dios es fiel y Su Palabra es verdadera, no cambia, es inmutable, así lo encontramos en la Biblia, en la carta a los Hebreos Pablo nos dice: “Dios, queriendo mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su decisión, interpuso el juramento, para que mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, nos veamos más poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta”. Hb 6,18
La fidelidad de Dios es inmutable desde la creación y en todas las etapas de la Historia de la Salvación: CREACIÓN, REDENCION Y PARUSÍA, se constata en las distintas páginas de la Palabra de Dios, que Su amor y su bondad, no cambian, a pesar de la infidelidad constante de nosotros los seres humanos. Ciertamente encontramos testimonio tras testimonio de la fidelidad de Dios. Cada pacto que Él hace lo mantiene. Cada promesa o profecía se ha cumplido o se cumplirá. Nos ha prometido un Salvador que nacerá en Belén y así ocurre y con este acontecimiento, se genera una nueva etapa de la historia. Nos ha prometido “nuevos cielos y nueva tierra” y así será, y estaremos viviendo la PARUSÍA.
Contemplemos con mucho amor, esta fidelidad de Dios que rebasa el tiempo y el espacio, proclamémosla con muchos de los salmos, recordando sus promesas, pero también oremos al Dios fiel pidiéndole nos regale la fidelidad como lo hizo el rey Salomón en su oración personal:“…<Bendito sea el Señor que ha dado el descanso a su pueblo Israel, según todas sus promesas; no ha fallado ni una sola de las palabras de bondad que prometió por medio de Moisés su siervo. Que el Señor, nuestro Dios, esté como estuvo con nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace.
Que incline nuestros corazones hacia Él, para que marchemos por sus caminos y guardemos todos los mandatos, preceptos y decretos que ordenó a nuestros padres. Que estas palabras mías con las que he suplicado ante el Señor, permanezcan cercanas a Él, nuestro Dios… para que todos los pueblos de la tierra reconozcan que el Señor es Dios y no hay otro, y los corazones de ustedes estén enteramente con el Señor, nuestro Dios, marchando …” 1Re 8,56-61
FIDELIDAD DE CRISTO JESÚS
Ahora entremos a contemplar la fidelidad de Cristo Jesús, persona divina que inicia, como decíamos, otra gran etapa en la Historia de la Salvación: la etapa de la Redención. Jesús, Siervo fiel, que quiere cumplir la Escritura y la obra de su Padre y así se constata a lo largo de los Evangelios:
“… Que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” Mc 10,45; “…sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido… <todo está cumplido e inclinando la cabeza entregó el espíritu” Jn 19,28.30; Lc 24,44; Ap 19,11ss.
Dios Padre que nos había prometido por medio de los profetas, enviarnos un Salvador, es fiel a su promesa y nos envió a Su Hijo prometido por medio de los profetas, y anunciado a su Madre María:
“No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un Hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y se le llamará Hijo del Altísimo…” Lc 1,30-32
y también fue anunciado a José:
“…lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mt 1,21
La fidelidad de Dios se manifiesta con plenitud en su Hijo Jesús durante toda su vida. Reflexionemos juntos sobre algunos momentos de la vida terrena. En los que se nos muestra su amor y fidelidad. Llega entre nosotros lleno de gracia y de verdad como lo leemos en el evangelio de Juan: “… se hizo carne y puso Su Morada entre nosotros… lleno de gracia y de verdad” Jn 1,14.16.
El mismo Jesús dice cuando estaba frente a Pilatos:
“…<Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad>”. Jn 18,37.
Jesús es testigo fiel de la verdad como nos dice el Apocalipsis, libro en el cual a Jesús se le llama Amén:
“Así habla el Amén, el testigo fiel y veraz, el Principio de la Creación de Dios” Ap 3,14,
y AMÉN los hace capaces de merecer la corona de la vida imitando su fidelidad hasta la muerte; así nos dice también el Apocalipsis:
“Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” Ap 2,10.
Nosotros los cristianos encontramos en Jesús no sólo un modelo a seguir sino un camino de fidelidad al Padre y a la misión por Él asignada: casados, sacerdotes, religiosos, catequistas. Esta fidelidad de Jesús a su Padre Dios y a nosotros, se desarrolló en un contexto adverso, lleno de conflictos y de mucho dolor. En su vida, Jesús tenía claro que había venido a
<“dar la vida” por amor, “para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita”, -dice Él- “yo la doy voluntariamente; tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo”;
quiere, en libertad, ser fiel y obediente a su Padre hasta la muerte,
<esa es la orden que he recibido de mi Padre”>. Jn 10,17-18.
Jesús, en fidelidad a su misión, lleva el peso del pecado y la fuerza del mal que está en el mundo, y que se le oponía de tal forma que lo llevó al martirio de la cruz. Este martirio, es la prueba suprema de la fidelidad de Jesús a su Padre Dios y a su misión de salvarnos a nosotros del pecado. De este modo, Jesús nos enseña –a todas las generaciones-, una nueva y diferente manera de sufrir y de morir, respondiendo interiormente con fidelidad a su seguimiento.
No se trata de <superar la cruz>, sino de <transformarla> en energía para llevar a cabo las tareas que me exige mi propia liberación de los pecados y la de los demás.
Ahora, les propongo reflexionemos y contemplemos un poco a Jesús, en cumplimiento de su misión y experiencia profética, con las contingencias y las pruebas, las cuales son testimonio para nosotros de cómo vivir con fidelidad nuestra misión como profetas, recibida en el bautismo.
¿Cómo fue el itinerario del profetismo de Jesús el <siervo fiel>?
Al inicio, Jesús vivió momentos de prestigio popular, de influencia social, aún de poder:
«anunciando la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia en el Señor” Lc 4,18.
Jesús responde a las expectativas mesiánicas del pueblo. Se entrega a sanar a los enfermos, cambia el agua en vino, multiplica los panes.
El pueblo lo busca; a las personas les basta con tocar su vestido para recuperar la salud: “…se le echaban encima para tocarlo”. Mc 3,10.
No le queda tiempo para comer -dice el Evangelio-: “Pues los que iban y venía eran muchos y no les quedaba ni tiempo para comer” Mc 6,31, y para poder orar tiene que huir en las noches a lugares solitarios: “Al hacerse de día salió y se fue a un lugar solitario” Lc 4,42;
Es además, la época de sus grandes discursos a las multitudes. Para hacerse oír tiene que subir a los montes, como nos lo dice:
“Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se acercaron” Mt 5,1 “…la gente se agolpaba a su alrededor para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas…Subiendo a una…” Lc 5,3.
Lo siguen por decenas de miles:
“Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres sin contar mujeres y niños.” Mt 14,21.
Curiosamente, al buscar el verbo seguir en la Concordancia, encontré que sin contar lo que sucede en los demás libros, sólo en los Evangelios, aparece 83 veces, el seguimiento a Jesús. Su prestigio alcanza su más alto grado: Jesús parece responder, como el mayor de los profetas, a la fidelidad a su Padre. Quiere darlo a conocer. Quiere <acercarlo> a la humanidad. Quiere que haya comunidad entre los seres humanos y su Padre. Nos enseña como orarle, como comunicarnos con Él. Jesús se ofrece como intermediario, nos dice, como una novedad en su época,:
<El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará> Mt 10,39
es decir, con este <por mí>, Jesús, se pone a sí mismo por centro; Jesús <llama por el nombre> a sus apóstoles, les dice <sígueme>, lo siguen sus discípulos.
En este punto quieren hacerlo rey. Jesús lo rechaza, como nos lo presenta Juan en el Evangelio:
“Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él sólo”. Jn 6,15,
Con todo ésto, inicia en su ministerio, un período de radicalizar las exigencias de su seguimiento, consciente que esto significaría, una crisis para el pueblo y para su misión.
<Ustedes me buscan no porque han visto los signos, sino porque han comido de los panes y se han saciado. Obren, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece y les dará vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre> Jn 6,26ss.
Jesús les habla de la fe. Fe en su Palabra, y en su Cuerpo como alimento, condiciones para poder seguirlo y para llegar a la verdadera vida y a la verdadera liberación. Éstas son las dos mesas que encontramos hoy en la Eucaristía, nos lo dice el Concilio Vaticano II: la Mesa de la Palabra y la Mesa del pan y el vino. El pueblo no está preparado para esto. Sus expectativas mesiánicas eran otras: hay una masiva decepción. Jesús es criticado abiertamente: “Los judíos murmuraban de Él, porque había dicho <Yo soy el Pan que ha bajado del cielo>” Jn 6,41,
Jesús se hace controversial y conflictivo, como lo dice Juan en el Evangelio:
“Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. Jn 6,52.
Aún entre sus más cercanos, ocurre un distanciamiento como dice el evangelio:
“Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él” Jn 6,66.
Y para Jesús, rodeado ahora de unos pocos, ha comenzado una nueva etapa. La etapa de la humillación del «empobrecimiento».
Comienza la experiencia más decisiva de su vida, la verdadera pobreza del «Siervo de Yahvé». Ya casi no hace milagros, y parece que por mucho tiempo se margina de las multitudes. Su discurso cambia notoriamente con sus nuevas experiencias. Habla menos de las expectativas mesiánicas y del poder del Reino y habla más de su seguimiento y de la cruz que éste comporta. Anuncia su pasión, las persecuciones y su muerte, que presiente cercana.
Para el Hijo de Dios esto es el fruto de las experiencias del empobrecimiento, de la humillación,
“… de despojarse de sí mismo tomando condición de esclavo…” Flp 2,7, del rechazo, de la persecución, que ha acumulado en el camino de su vida no sólo por la crisis provocada en el pueblo por las exigencias de su seguimiento, sino por su conflicto, ya manifiesto, con los poderes.
“Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarlo” Jn 7,1.
Aunque no había llegado su hora, Jesús se aísla. Desde el inicio de su ministerio, fiel a la voluntad del Padre, había anunciado al verdadero Dios y había ofrecido su Reino; esto resultaba controversial tanto para el poder político como para el poder religioso. Pero el conflicto es básicamente para este último. Sus perseguidores son principalmente los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley. Así nos lo dice el mismo Jesús y lo encontramos en el evangelio de Marcos:
<Miren que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas…> Mc 10,33
Todas estas experiencias de incomprensión, rechazo, persecución, Jesús las va asumiendo porque las siente como señales con las que el Padre le va indicando que su hora ha llegado. En este momento, sin embargo, el pueblo se muestra solidario con él. Recordemos cómo a su llegada a Jerusalén, una gran multitud lo aclama y los dirigentes,
“Trataban de detenerlo –pero tuvieron miedo a la gente- porque habían comprendido que la parábola –de los viñadores homicidas-, que Jesús acababa de decir, era por ellos. Y dejándolo se fueron”. Mc 12,12.
Deciden acusarlo ante Pilato por motivos políticos.
Catequistas y amigos de la Catequesis del Buen Pastor, este es el verdadero sentido liberador de la cruz, del sufrimiento, del seguimiento fiel a Dios, a Jesús: no con tristeza, no con abatimiento, sino con la alegría que da la fidelidad al consejo de Jesús:
“El que no lleve su cruz y venga detrás de Mí, no puede ser discípulo mío” Lc 14, 27.
Es una alegría llena de esperanza: no es cargar la cruz, porque todos la tenemos; es cargarla, para seguirlo con fidelidad, como Él la llevó. No es cargarla con estoicismo sino con actitud de amor, de entrega, con la esperanza de que nuestra cruz, como la de Cristo, se transforme en un signo de la resurrección esperada, según lo prometió Jesús.
En síntesis, preguntémonos ¿cómo es la fidelidad de Cristo a Dios y a nosotros? La síntesis es el AMOR. Jesús dijo
<Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos> Jn 15,13
Juan:“…Jesús,… habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” Juan 13,1
Este es el sentido de la cruz de Jesús, es el AMOR FIEL A SU PADRE Y A NOSOTROS.
<Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida por mis ovejas> Jn 10 17
FIDELIDAD DE LOS HUMANOS SEGÚN LO INDICA JESÚS
Este es el CAMINO que Jesús recorre y nos muestra, para seguirlo fielmente.
“<No se turbe su corazón>. Creen en Dios: crean también en Mí. …Y adonde Yo voy saben el camino…Yo soy el Camino, la Verdad y la vida” Jn 14,1-6
La veracidad es parte de la esencia de Dios. Al inicio de esta reflexión había mencionado las palabras del evangelio de Juan que dicen que Jesús había venido “lleno de gracia y de verdad”
Amigos, la fidelidad y la verdad son afines. El llamado a ser veraces también nos lleva a ser dignos de confianza y honestos. Jesús fue al mismo tiempo veraz y fiel.
El compromiso que tenemos los cristianos es ser fieles a Dios y que nuestra lealtad, amor y consagración sean primordialmente para Él. En Él nosotros estamos fortalecidos porque somos sus hijos, Él es nuestro Padre y hemos sido llamados y elegidos por
el “Fiel que nos llama y es Él quien lo hará” 1 Ts 5,23, y “los dones y la vocación de Dios son irrevocables” Rm 11,29,
y estamos seguros de que“Fiel es el Señor; Él los afianzará y los guardará del maligno” 2 Ts 3,3
Con estas seguridades divinas encontradas en la Palabra de Dios, que nos dan una fe y una esperanza seguras, dones de Dios pero también respuesta del hombre, debemos imitar la fidelidad de Cristo manteniéndonos firmes hasta la muerte. Y así, a los discípulos de Cristo, a los que tenemos fe, se les ha llamado
“fieles en Cristo Jesús” Ef 1,1. Este título incluye “… todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud o valor, ténganlo en aprecio” Flp 4,8.
Los fieles están caracterizados por ser movidos por el Espíritu Santo y su fruto es, como lo plantea Pablo:
“amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí” Ga 5,22
Esta fidelidad de nosotros, como decía de Jesús, tiene un alma, que es el amor; y viceversa, la fidelidad es la prueba del amor auténtico. Jesús nos insiste en este punto:
<Permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor> Jn 15,9-10. 2Jn 6.
A esta fidelidad es a la que está reservada la recompensa de tener parte en el gozo del Señor:
<Les he dicho esto para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea colmado> Jn 15,11
“¡Bien siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. Mt 25,21.23.
Jesús nos promete gozo, gozo, gozo. ¿Hemos pensado qué es este gozo que nos promete?….
Pero esta fidelidad exige una lucha contra el tentador, el maligno, que requiere vigilancia y oración:
“Velen y oren, para que no caigan en tentación; el Espíritu está pronto pero la carne es débil” Mt 26,41
Y Pedro también nos sugiere:
“Sean sobrios y velen. Su adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar…”. 1P 5,8s.
Todos nosotros estamos llamados a responder también con fidelidad a Dios y a Jesús. Así nos invita San Pablo:
“Sean, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivan en el amor como Cristo los amó y se entregó por nosotros…” Ef 5,1
Y en el seguimiento de Cristo, estamos invitados a ser fieles como expresión de nuestro amor, un amor universal, sin límites y sin discriminaciones como fue el amor de Jesús. Fieles los unos a los otros.
Reflexionemos ahora un poco, sobre
¿A qué nos referimos, cuando en la Catequesis del Buen Pastor decimos que hay que “ser fieles”?.
Todo lo planteado antes, sobre la fidelidad, es por supuesto un preámbulo indicativo de un buen cristiano y por tanto de un buen “catequista”.
FIELES A LOS ANUNCIOS BÍBLICO-LITÚRGICOS DE CADA TEMA QUE PROPONEMOS A LOS NIÑOS SEGÚN LAS EDADES
Nuestra Catequesis, para quienes no la conocen, tiene en cada encuentro semanal con los catequizandos, y según las edades, unos puntos del anuncio del mensaje cristiano es decir , del argumento que se va a presentar.
Estos puntos están basados en la Palabra de Dios y/o en la Liturgia, y es a ellos que debemos ser fieles, sin añadir temas, aunque nos parezcan muy “bonitos”, y piadosos. (algún ejemplo) Lo importante es no mezclar en la catequesis otras temáticas en el proceso, que estén fuera de la esencialidad y especificidad de las exigencias del trabajo con los niños. Al igual sugerimos no mezclar otras metodologías, porque perdemos la efectividad de las metodologías. Otro aspecto de la fidelidad en nuestra catequesis:
FIELES AL LEGADO DE LAS INICIADORAS SOFÍA CAVALLETTI Y GIANNA GOBBI PLASMADO EN LAS “32 CARACTERÍSTICAS”
Las iniciadoras de nuestra Catequesis del Buen Pastor, SOFÍA CAVALLETTI Y GIANNA GOBBI, nos dejaron un legado plasmado en “32 características”
presentadas por Sofía y Gianna en la primera reunión internacional que se hizo en Roma, en 1993, en la que se creó el Consejo Internacional de la Catequesis del Buen Pastor. Estas características guían nuestro trabajo, en diferentes aspectos, por ejemplo:
– El niño, sus características según las edades, el respecto que nos merece.
– La actitud del adulto “Siervo inútil” (Lc 17,10). Sellado por la humildad frente a las capacidades del niño, estableciendo con él una correcta relación,
– El “atrio” es un lugar en orden, que ayuda a la concentración, al silencio, a la contemplación del niño y del adulto.
– Carácter celebrativo de la transmisión del mensaje cristiano;
– Respeto del catequista al ÚNICO MAESTRO; no tiene ningún tipo de control.
– La temática es tomada de la Biblia y de la Liturgia, en cuanto fuentes esenciales para iluminar las experiencias vitales fundamentales del niño. Sigue el año litúrgico y por tanto los momentos fuertes son los de Navidad-Epifanía y de Pascua -Pentecostés. Siendo la Eucaristía el centro en todos los niveles de edad.
– La Palabra se anuncia con respeto. “Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me ha enviado” (Jn 7,16).
– Cómo y cuándo celebrar los Sacramentos
– Relaciones constantes con las familias.
– Modalidades: de atrio y de álbum con los libros “Yo soy el Buen Pastor”
– Fidelidad al material del atrio, según modelos experimentados con base a las exigencias del niño y según las fases de su edad evolutiva.
– Los catequistas trabajan en armonía y unidad para ponerse en sintonía con el proyecto de Dios, deben estudiar constantemente la Biblia, la liturgia y la visión del niño, según María Montessori.
– La catequesis del Buen Pastor: no busca el éxito, no hace ruido, es fiel al espíritu de la semilla de mostaza, es solidaria con los más pequeños en la Iglesia, está abierta a todos los cristianos de confesiones diversas, está siempre abierta a profundizaciones mayores frente al misterio infinito de Dios y de su alianza cósmica con sus criaturas.
– La Catequesis del Buen Pastor ofrece sus servicios a la diócesis y por tanto trabaja en comunión con el Obispo.
– Cada atrio se apoya en la ayuda de un sacerdote, que conozca a los niños en particular en su dimensión religiosa, que celebre con ellos la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, y que actúe en armonía con el espíritu de la Catequesis del buen Pastor.
Fieles a los planteamientos de los libros de autoría de las iniciadoras:
-Potencial Religioso del Niño, Volumen 1 y 2,
-Historia del Reino de Dios, Volumen 1 y 2
-Principios montessorianos aplicados a la Catequesis
-Guías para el catequista y libros para el niño “Yo soy el Buen Pastor”. Volúmenes 1,2,3,4 y 5
Amigos, y ya para terminar, podemos decir que seguir a Jesús en su fidelidad al Padre y a nosotros, es la cúspide del cristianismo.
Tenemos todo un camino importante para recorrer cada día en el seguimiento fiel a Dios, a Nuestro Señor Jesucristo y entre nosotros. [ejemplos]
Orémosle juntos:
“Tú amas la verdad en lo íntimo del ser, en mi interior me inculcas sabiduría” Sal 51,8
“Señor, Tú miras con agrado a los que actúan con verdad” Pr12, 22.
“Muéstrame, ¡oh Señor!, tus caminos, enséñame tus sendas” Sal 25,4
“Muéstrame, Señor, tu camino, que recorreré con fidelidad, concentra toda mi voluntad en la adhesión a tu nombre” Sal 86,11
A través de San Pablo quien nos exhorta en nombre de Cristo, pidámosle al Señor:
“… tener un mismo sentir, un mismo ánimo, y buscar todos lo mismo. No hagan nada por ambición, ni por vanagloria, sino con humildad de corazón, considerando a los demás como superiores a uno mismo, sin buscar el propio interés sino el de los demás. Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo” Flp 2,3-4
Y ahora todos, unámonos en la oración de acción de gracias por la catequesis del buen Pastor diciendo:
“<YO TE BENDIGO, PADRE, SEÑOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA, PORQUE HAS OCULTADO ESTAS COSAS A SABIOS E INTELIGENTES, Y SE LAS HA REVELADO A LOS PEQUEÑOS> Mt 11,25
MUCHAS GRACIAS
Nora María Bonilla París
Agosto 21 de 2022
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