Compañeros de camino en la catequesis


“Esta es la principal tarea del Sínodo: volver a poner a Dios en el centro de nuestra mirada, para ser una Iglesia que ve a la humanidad con misericordia. Una Iglesia que pone en marcha itinerarios para instruir a las personas en la belleza de la fe” (Papa Francisco. Apertura del sínodo de la sinodalidad. Octubre 4 de 2023).

La Catequesis del Buen Pastor nació en el año de 1954, como una aventura, sinunproyectoespecífico,sinplaneación ni indicadores, sin equipaje. Con el protagonismo del Espíritu Santo, la escucha y observación de sus iniciadoras Sofía Cavalletti y Gianna Gobbi – quienes nunca pretendieron fundar nada– y la mirada del niño propuesta por la pedagoga italiana María Montessori. Hoy la vemos insertada como don en el caminar de la Iglesia y podemos escuchar los acordes de su voz resonar en la sinfonía que el Espíritu Santo, compositor armónico de la obra de la Salvación – en palabras de San Basilio– dirige en todas las épocas.

La Catequesis del Buen Pastor, cuyo propósito es formar cristianos mediante un proceso de iniciación cristiana, a partir de los 3 años de vida del niño y hasta los 12 aproximadamente, se ha desarrollado en clave de acompañamiento, como lo propone la dinámica de la Iglesia.

Decir acompañamiento nos remite de inmediato a una acción: ACOMPAÑAR. Acompañar es una palabra cálida, amplia, acogedora y dinámica. Cuando se piensa en ella vienen a la mente varias palabras que le dan sentido a su significado: compañía, compañero – amigo; viaje – destino; camino – conversación. Compartir y viandas.

Si nos vamos al diccionario encontramos que el término acompañamiento significa “acción y efecto de acompañar o acompañarse”. Y acompañar, a su vez, indica estar o ir en compañía de una o varias personas. Y quienes van en compañía o se acompañan tienen un nombre especial, bonito: son compañeros.

Hay algo más: acompañar y compañía tienen la misma raíz de la palabra compañero, la cual viene del latín y deriva de “comedere “ (comer) y “panis “ (pan) en relación con “comer del mismo pan”. ¡Podríamos pensar que los compañeros van juntos, comparten un destino común en el diario vivir y son tan cercanos y solidarios que hasta se alimentan del mismo pan!



“La Iglesia siente el deber de capacitar a sus catequistas en el arte del acompañamiento personal”

El trayecto, el destino y el protagonista en este camino de IR A VER

“Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: ‘¿Qué buscáis?’. Ellos le contestaron: ‘Maestro, ¿dónde vives?’. Él les dijo: ‘Venid y lo veréis’” (Jn 1,38-38).

Estas palabras de Jesús despiertan el deseo de emprender un camino, de tener claro para dónde vamos, quién nos va a acompañar, qué vamos a necesitar en cada jornada. Nos recuerda Nora Ma. Bonilla, presidente honoraria de ACOFOREC: “Jesús quiere que lo sigamos para ver cómo actúa, qué es lo que dice, como se relaciona con cada persona, con los niños, con los adultos, con su Mamá, con su Padre. Nos invita a que veamos quién es el que lo acompaña, qué es lo que Él hace, a qué sale tan temprano en la mañana, quiénes son a los que Él llama los bienaventurados.

A eso nos invita: a IR para VER”. Ir en compañía de los que ya han visto y tienen un trecho recorrido y por eso pueden caminar junto a nosotros testimoniando su fe, orientándonos, corrigiéndonos si es necesario, animándonos y alentándonos, introduciéndonos en el misterio de la vida cristiana, anunciándonos la Palabra y, como hermanos mayores en la fe, ayudándonos a colocar en nosotros los cimientos fundamentales de la vida cristiana. No como el que sabe todo y dirige todo, sino como compañero que camina a nuestro lado, viviendo su fe y haciendo un proceso de crecimiento espiritual. Ser acompañados y dejarnos acompañar, es la dinámica de la Iglesia para la formación del cristiano desde cualquiera que sea su misión en el mundo.

Jesús lo ha dicho: “Yo soy el camino, la Verdad y la vida”. Jesús es el camino que nos conduce al Padre. Es a la vez compañero y compañía. En virtud de su Resurrección y del don del Espíritu Santo –su compañero inseparable, como decía San Basilio– Jesús acompaña a quienes responden a su llamado de ser sus discípulos. El destino de este viaje es –el de cada instante, de cada día y del día final– el encuentro vivo con Cristo. La comunión con Él. Nos recuerda el Directorio de la catequesis 2020 que el encuentro con Cristo involucra a la persona en su totalidad: corazón, mente, sentidos. No atañe sólo a la mente, sino también al cuerpo y sobre todo al corazón (DC 76).

Los compañeros de camino de los catequistas

San Juan Pablo II nos dice en la Exhortación Apostólica de 1978 “Catechesis Tradendae” 6, que Jesús es el verdadero acompañante que revela, mediante su vida y sus enseñanzas, su misterio a quienes lo siguen: “El único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca”. También acompañan y llevan a cabo un proceso formativo aquellos catequistas que son portavoces – mediadores – de la presencia y el amor salvífico de Jesús resucitado. Nos dice el Directorio de la catequesis de 2020, No 97: “Quien introduce en los misterios es, ante todo, un testigo. El camino formativo del cristiano, como lo atestiguan las Catequesis mistagógicas de los Padres de la Iglesia, siempre tuvo un carácter vivencial, sin descuidar, la inteligencia de la fe. El encuentro vivo y persuasivo con Cristo anunciado por testigos auténticos era determinante. Este encuentro tiene su fuenteysuculmenenlacelebracióndela Eucaristía y se profundiza en la catequesis.

La relación entre acompañantes y acompañados

Nos dice el Papa Francisco en su encíclica “La alegría del evangelio”, en el numeral 171: “Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar elrebaño.Necesitamosejercitarnosenel arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida”.

La relación fraterna y amorosa de quienes acompañan a los catequistas del Buen Pastor nos remiten a estas palabras del Directorio General de la Catequesis de 1997: “En realidad, favorecer el encuentro

de una persona con Dios (Jesucristo), que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer propia la relación que Dios tiene con la persona y dejarse guiar por Él” (DGC 139).

Un modo de acompañar a los catequistas

El Directorio para la catequesis 2020 nos habla, en el numeral 135 b, de un estilo de acompañamiento como criterio de formación: “La Iglesia siente el deber de capacitar a sus catequistas en el arte del acompañamientopersonal,ofreciéndoles la experiencia de ser acompañados para crecer en el discipulado y enviándolos también a acompañar a sus hermanos. Este estilo requiere una humilde disposición para dejarse tocar por las preguntas y dejarse interrogar por las situaciones de la vida, con una mirada llena de compasión, pero también respetuosa de la libertad de los otros. La novedad a la cual está llamado el catequista radica en la proximidad, en la acogida incondicional y en la gratuidad con la que se pone a disposición para caminar junto a los demás, para escucharlos y explicar las Escrituras (Cf. Lc 24,13-35; Hch 8,26-39), sin establecer previamente el recorrido, sin pretender ver los frutos y sin reclamar para sí mismo”.

Acompañar a lo largo del camino

Leemos en el numeral 139 del Directorio de la Catequesis 2020: “La verdaderaformaciónalimentasobretodo la espiritualidad del catequista mismo, de modo que su acción brote en verdad del testimonio de su vida”. Por lo tanto, la formación sostiene la conciencia misionera del catequista, a través de la interiorización de las exigencias del Reino que Jesús ha manifestado. El trabajo formativo para la maduración humana, cristiana y misionera requiere un cierto acompañamiento a lo largo del tiempo, porque interviene en el núcleo que fundamenta el actuar de la persona.

Todo catequista está llamado a ser acompañante y educador

El directorio para la Catequesis del 2020, en el numeral 113 c, nos dice que “En virtud de la fe y de la unción bautismal”, en colaboración con el Magisterio de Cristo y como servidor de la acción del Espíritu Santo, el catequista es: acompañante y educador de los que le confió la Iglesia; el catequista es experto en el arte del acompañamiento (Cf. EG 169-173), tiene habilidades educativas, sabe escuchar y entrar en las dinámicas de la maduración humana, se hace compañero de viaje con paciencia y con sentido de gradualidad, con docilidad a la acción del Espíritu, en un proceso de formación, ayuda a los hermanos a madurar en la vida cristiana y a caminar hacia Dios. El catequista,

experto en humanidad, conoce las alegrías y las esperanzas del hombre, sus tristezas y angustias (Cf. GS 1) y sabe cómo relacionarlasconelEvangeliodeJesús.

Esta es la forma de hacer juntos el camino en la catequesis del Buen Pastor. Camino que vamos recorriendo, como un servicio, con, por y para los niños. Hace pocos días decía el papa Francisco que los niños van a salvar el mundo, certeza que ha sido repetida por hombres y mujeres de todas las épocas y que un día Jesús, levantando los ojos al cielo y bendiciendo al padre la revelación de los misterios del Reino a los pequeños las palabras que son la oración de la Catequesis del Buen Pastor: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Mt 11,25).

María Cecilia Henao de Brigard

Fuente: https://www.unimonserrate.edu.co/wp-content/uploads/2023/12/TESHUVA-N2.pdf