Francesca Cocchini.

Junio 10 de 2021.

Sabemos que para el niño es natural hacer oración. Pero, cuando hablamos con los papás y sacerdotes que no nos conocen mucho, resulta difícil hacerles comprender cómo rezamos con los niños en nuestros atrios. Yo sorprendo a los otros cuando explico cómo trabajamos en el atrio… me preguntan: ¿no empezáis o termináis con una oración? No es que sea algo que esté mal. En el atrio todo es oración; es más que un clima de oración, es vivir la relación con Dios. Es que una de las primeras características de nuestra catequesis dice que el atrio es un lugar de oración. Allí vivimos en oración con Dios y la oración es una expresión de relación con Dios. En la característica Nº3 de la CBP se lee: “el atrio es la comunidad en la cual los niños, desde sus primerísimos años, viven junto con los adultos una experiencia religiosa… El atrio es un lugar de ORACIÓN, en el cual trabajo y estudio llegan a ser contemplación…. Y alegre experiencia, se vive juntos con Jesús… En este lugar el Único Maestro es Cristo” También la característica # 4 hace referencia al carácter celebrativo del atrio. En el atrio se vive un clima de oración desde la entrada. Un cierto silencio al entrar, sin forzarlo, con una cierta actitud que facilita la interiorización. Es algo espontáneo, no impuesto; no es estar callado; es el tono especial que impresiona a los adultos cuando llegan al atrio por sus hijos y se sorprenden, lo “escuchan”. Durante la pandemia teníamos, en un piso de la casa, hasta 28 niños… no se escuchaban.

En el atrio todo es oración. Lo cual no significa que no haya momentos explícitos en que invitemos a los niños a dar una “respuesta” al mensaje que anunciamos. La oración cristiana es respuesta. No es algo en lo cual nosotros tomamos la iniciativa de hacerla. De iniciarla. ¡¡La relación no la iniciamos nosotros!! No tomamos la iniciativa de “ser” sarmientos. ¡Nos descubrimos sarmientos! El Señor no nos dice “sed sarmientos”. La relación con Dios se va haciendo mediante la revelación de Dios: Él empieza revelándonos quién es Él y quiénes somos nosotros. Así, poco a poco, después de un silencio, seremos capaces de decir algo.

Trabajando en un curso de formación sobre la historia de Abraham (Cap. 12 del Génesis), me sorprendí encontrando estas expresiones: sal de tu casa, deja tu parentela, sal de la casa de tu padre… y salió, llevando consigo a Lot. Y llegaron a la tierra de Caná, hasta Siquem. Allí estaban los cananeos. Pero Dios le dice que le va a dar esa tierra a su descendencia. Y allí Abraham construyó un altar. Había hecho un camino largo… solo hasta el versículo 8 se escucha: Invocó el Nombre del Señor. Y este lugar de la invocación es un lugar importante para Abraham, porque nuevamente (Cap. 13,4) invoca al Señor ( Entre Bethel y el Negueb). Porque allí llamó por su nombre a Dios. Me parece tan importante , porque la oración no nace al principio de la relación. Dios nos llama, reconocemos su voz, pero para poder responder, para poner palabras a nuestro conocimiento de Dios, se necesita tiempo. Abraham es Padre de nuestra fe y de la fe de Jesús. Nuestro padre Abraham nos enseña algo sobre la oración: la oración es respuesta a una llamada, que necesita tiempo para expresarse en palabras. Este tiempo es el que tenemos que dar a los niños

Empezar un encuentro en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ¿Qué quiere decir para un niño que no conoce la Trinidad? Es necesario primero dar anuncios. Pero tampoco a partir del primer anuncio podemos entrar de lleno a la oración. No hemos de tener prisa. La oración es lo más personal que el ser humano puede tener en la relación con Dios. Cada persona da su propia respuesta; sin embargo hay oraciones comunitarias –una de ellas el Padre nuestro– ; esta puede ser rica y comunitaria porque puedo experimentar que ese Padre es para todos, no solo para mí. ¡Pero debo experimentar primero que es mi Padre! Y así puedo experimentar el gozo de que sea Padre de todos.

Es necesario esperar mucho en el atrio para intentar pedir una respuesta por parte de los niños. Cuando no hacemos oración expresada en voz alta , ¿por qué decimos que el atrio es ambiente de oración?, ¿qué tipo de oración se da cuando no es fruto de un anuncio, una respuesta . En el atrio se da oración porque es un lugar de trabajo personal, trabajo que cada niño escoge. Escoger ese trabajo es su respuesta y esta elección es su oración. (Ej.: si el niño quiere dibujar el purificador, porque le gusta esa palabra, o en los más grandes, el niño elige la caja de los libros de la Biblia para recomponerlos… lleva a su mesa un anuncio, algo que le permite a Dios revelarse). Al elegir un material (no decirle nosotros qué elegir) y en el trabajo que hace con él, el niño está escuchando un mensaje de Jesús que le gusta mucho. Sigue una invitación que le llega mediante el material. ¡Como Abraham! Escuchó una voz y se pone en camino, el camino es su respuesta a la voz de Dios: ¡sal de tu tierra!

En el atrio el trabajo es oración; respuesta a una voz que llega a cada uno en un preciso momento. El niño repite una y otra vez; Jesús repite una y otra vez su llamada. Pero en muchas ocasiones no se respeta al niño; todos los niños tienen que hacer lo mismo. No hay una llamada personal del Buen Pastor. En cambio, esa cajita de madera, que revela un anuncio, que ha sido enseñada al niño con delicadeza, sin palabras de la catequista, es tomada por el niño como respuesta. Eso es oración. La elección es un momento precioso de oración. (Ej: un niño que no recibe un anuncio nuevo, pierde el interés). Sofía dice que los anuncios no deben ser muy seguidos, uno tras otro, pero que debe haber anuncios nuevos, para que los niños puedan relacionarlos (método en espiral) y así crece la revelación por parte de Dios y la respuesta por parte nuestra. La elección termina convirtiéndose en oración. Esto es una verdad. Porque María Montessori dice que la libre elección es respuesta a una exigencia profunda del niño. Y en lo profundo habla Dios. Ayudar a los niños a captar la voz de Dios que, junto con los adultos, escuchan.

¡Es necesario dar anuncios, y anuncios grandes! Así pueden crecer los niños en su relación con Dios ¡Tanto más pequeño el Niño, más grande el anuncio! Cuando trabajamos con niños más grandes es admirable ver su oración, sus trabajos de síntesis. Se va construyendo una red de conexiones entre un anuncio y otro. ¡Son trabajos que son celebraciones! La oración ya se da cuando los niños ponen sobre el tapete alguna cosa del atrio que les hace pensar en lo que el catequista les anunció. Es una oración personal que llega a ser comunitaria. Cuando vemos el atrio desplegado en el suelo, ha habido oración y se les puede invitar a expresarla o ¡se puede terminar cantando!

No tenemos que romper el esquema de los padres cuando empiezan rezando y santiguándose. Simplemente la Catequesis del Buen Pastor ayuda a los niños a vivir la relación con Dios y luego a reconocerla, poco a poco, dándole nombre, expresándola. Luego, la manera como se vive esta relación puede ser diferente. Se trata de ayudar a vivir la oración litúrgica. Por ejemplo, la Misa. Muchas veces se lleva al niño a la Misa y se le exige silencio, pero él no sabe por qué ha de hacer silencio…

La tarea de la familia. Los padres no tienen el material de la catequesis, pero tienen la vida diaria: la mañana, la tarde, la noche, buenos momentos, atardeceres, celebraciones. Todos los momentos pueden ser ocasión de ayudar a contemplar. Los padres se pueden parar y mirar un atardecer… ¡ved qué colores; Dios ha creado este cielo; lo ha preparado para nosotros! ¡Él sabía que estábamos en la ventana mirando! Eso basta. No hay que forzar las palabras. La familia tiene montones de oportunidades de recibir anuncios de Dios, que no son los anuncios del atrio. Sin multiplicarlos. Los acontecimientos diarios nos prodigan momentos que nos permiten mirar la historia como regalo y presencia de Dios y nuestra respuesta como forma de oración. El papel del adulto es respetar el ritmo de los niños y no temer el silencio. Esta es la gran dificultad para los adultos. La contemplación. Un silencio que no necesita ser llenado de palabras. Si un niño quiere repetir una y otra vez una expresión, no es por que sea tonto; es porque le gusta repetir. Es importante la tarea de los padres, de la Iglesia, de la comunidad de catequistas, para ayudar (no enseñar) a la oración.

Al invitar a los niños a la oración debemos decir: ¿Qué queremos decirle al Señor? En plural. En comunidad. (Por ej: las celebraciones de oración se preparan con los niños. En una ocasión Sofía y Francesca organizaron una celebración por motivo de la Guerra del Golfo Pérsico. ¡Los niños sólo agradecieron a Dios! ¡La única persona que hizo una oración de petición fue Sofía! Esto quizás se debe a que los anuncios fundamentales de nuestra fe son: ¡que Jesús ha muerto y resucitado! ¡Que el bien es más fuerte que el mal! ¡Que la luz es más fuerte que las tinieblas!: este es el primer anuncio que damos a los niños con el pequeño altar: la cruz y las velas, cáliz y patena. Es lo fundamental. El misterio de una vida que brota de la muerte. Aquella muerte se vuelve vida. La muerte no tiene la última palabra. Pan y Vino. (Esta semana, por ejemplo, he presentado las cartas verdes de la Parusía: “ya no habrá luz del sol… habrá luz eterna, dice el profeta Isaías). Solo al escuchar la profecía, un niño dice que esto ya se da. ¿En dónde?, dice Francesca; ¡en la ceremonia de la Luz! ¡Este niño ha experimentado que la liturgia anticipa la Parusía! ¡Son grandes anuncios ¡

En nuestros cursos de formación tenemos que desarrollar y vivir, como vivimos en el atrio, cada anuncio: con un ritmo, un tono, una profundidad, con la modalidad propia del atrio porque así es como se puede encarnar.  Nuestros cursos deben ser ambientes donde todo llegue a ser oración.

Equipo de formación. Bogotá, junio 21 de 2021